Todas las personas tienen diálogos internos. Es una manera de reflexionar al hablar con nosotros mismos, ayudándonos a reestructurarnos cognitivamente y a situarnos, con éxito, en el entorno en que vivimos. También pueden ser utilizados para darnos ánimos ante cualquier eventualidad, por lo que resultan, en este caso, adaptativos. La precaución que debemos tomar ante estos diálogos es la de evitar que se conviertan en círculos viciosos y que en dichos diálogos nos lleguemos a recriminar acciones presentes y pasadas; porque los diálogos internos suelen ir del pasado al presente e incluso al futuro con excesiva rapidez. Expresiones como: «debería haberle dicho esto o aquello y él me tendría que haber respondido esto otro» no hacen sino distorsionar la realidad pasada o presente.
Estos diálogos, en las personas que padecen depresión, no tienen solución alguna y pueden tornarse compulsivos. Es este uno de los síntomas iniciales de la depresión, pudiendo llegar a ser un factor desencadenante, asociado a otros muchos, de dicho estado depresivo.
No es fácil evitar los diálogos internos y en no pocas ocasiones se requiere un entrenamiento supervisado por un profesional especialista en depresión.
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