Aborto es una palabra de difícil pronunciación para muchas personas y por muchos motivos: en primer lugar porque sea cual fuere el motivo que lleva a una mujer hasta una decisión tan compleja como la de abortar y con independencia de cuestiones políticas o ideológicas, los resultados siempre van a ser dolorosas y pueden llegar a ser muy lesivas. Sea regulado, libre o condicionado a ciertos supuestos, un aborto no produce  la menor satisfacción y sus derivadas serán siempre imprevisibles.

Entonces… ¿el aborto produce depresión? No necesariamente, pero aumentan la propensión a padecer esta enfermedad.

Pongámonos en el lugar de una mujer que acaba de abortar para valorar, con mayor cercanía, cuáles pueden ser sus emociones en este momento de tanta dificultad, sus sentimientos y sus pensamientos cuando una vida que hace tan solo unas horas latía con fuerza, ya no se encuentra en su vientre. Incluso si el aborto es una solución y permite evitar un deterioro en sus expectativas socioeconómicas, esta intervención puede condicionar la vida futura de la mujer y hacerlo de forma tan negativa que degenere en la temida depresión.

Lejos de entrar en disquisiciones morales, sociales, antropológicas o éticas y tras todo lo expuesto anteriormente, recomendamos a toda mujer que se encuentre planteando abortar que se informe tanto como le sea posible, pormenorizadamente y atendiendo a las consecuencias vitales que el aborto puede suponer. Que acuda a profesionales capaces de solventar las preguntas que le inquietan en un momento crucial. Solo después de toda esa información y de tomar verdadera consciencia del significado de la palabra aborto, podrá la embarazada tomar una decisión que pueda asumir. Estas líneas tienen un carácter meramente divulgativo, que nunca pueden sustituir la opinión experta de un profesional en la materia, para ilustrar, en lo posible, las consecuencias psíquicas y existenciales del aborto.

Aborto voluntario, aborto involuntario y aborto médicamente justificado.

Analizar estas tres variantes no resulta sencillo. En primer lugar, conviene diferenciar entre el aborto involuntario o el justificado medicamente y el voluntario o por motivos distintos de la salud de la embarazada.

En el primer caso, el aborto tiene lugar de manera espontánea, ajena a la propia mujer o bien por consejo médico, tras detectarse un peligro manifiesto para la futura madre o una patología trascendente en el nasciturus que podría condicionar su vida de forma notable.

Tras los instantes siguientes a la intervención quirúrgica que pone fin a la gestación del caso mencionado anteriormente, en los que tristeza, angustia y desesperanza van a estar presentes a modo de «duelo», no se aprecia una relación directa entre el hecho de abortar y una depresión de etiología reactiva y duración prolongada. Todo ello a menos que concurran factores mantenedores o precipitantes: antecedentes de depresión en la mujer, posibilidad de no volver a quedar embarazada, difícil situación socioeconómica, etc. La ausencia de tal concurrencia de factores muy posiblemente determinará que no vaya a ser requerida una intervención psicoterapéutica, sobre todo si no concurren factores mantenedores que compliquen la post interrupción de la gestación.  

El caso del aborto voluntario es diametralmente distinto. Nos referimos a la decisión de la mujer de interrumpir su gestación determinada por cuestiones ajenas a las causas relacionadas con su salud o la del feto. Una decisión que suele tener un trasfondo socioeconómico y que puede llevar hasta el padecimiento de una depresión posterior que puede alcanzar cierto grado de gravedad.

Los estudios de universidades europeas y americanas no siempre coinciden al respecto, si bien muestran una relación entre depresión y aborto que puede alcanzar el 15% de incidencia entre aquellas mujeres que decidieron interrumpir su gestación sin que mediara indicación médica y ateniéndose  a causas de carácter socioeconómico.

Estos mismos trabajos refieren el sentimiento de culpa como factor desencadenante de la depresión en  mujeres en esta tesitura. También la ausencia de apoyo de la pareja o la ausencia misma de compañero sentimental pueden ser factores mantenedores en este tipo de padecimiento depresivo. Además, un escaso o nulo apoyo familiar podría estar en la base de una depresión que suelen sufrir mujeres de perfil muy joven y con recursos muy limitados sociales y económicos.

Además del mencionado sentimiento de culpabilidad, las mujeres que abortaron de forma voluntaria pueden sufrir, durante toda su vida, pensamientos relacionados con el feto cuya vida se vio interrumpida: «Cómo sería en la actualidad», «qué estaría haciendo», «qué aspecto tendría» son solo algunas de las rumiaciones que se plantean buena parte de las mujeres en esta situación de manera silenciosa .

Conclusiones a la relación entre aborto y depresión:

  1. Queremos dejar bien claro que no todas las mujeres que deciden abortar padecerán depresión. Bien es verdad que una proporción significativa de ellas sí la acabarán sufriendo, de manera más o menos intensa, a lo largo de su vida.
  • El sentimiento de culpa parece encontrarse en el origen de la depresión de la mujer que tiene lugar tras la interrupción de un embarazo.
  • La falta de apoyos sociales (pareja, familia, etc.), incrementa las probabilidades de sufrir una o más depresiones tras un episodio de aborto.
  • Muchas mujeres, a lo largo de toda su vida y después de haber sufrido un aborto van a tener ideaciones acerca del feto que no llegó a nacer. Estas ideaciones, en forma de expresiones internas, pueden convertirse en factor desencadenante y mantenedor de depresiones de diferente intensidad.

En cuanto a la atención psicoterapéutica, la mayor parte de los estudios consultados recomiendan que tenga lugar en los casos de interrupción voluntaria del embarazo y solo puntualmente cuando el embarazo haya sido interrumpido por razones clínicas.

Nuestra recomendación más encarecida y siempre respetando la voluntad de la mujer que desee abortar, se centra en el aporte de información relevante respecto de las consecuencias de la interrupción del embarazo y del procedimiento de aborto. Dicha información debe ser aséptica, libre de adoctrinamiento ideológico, y dejando bien claros los riesgos físicos y psicológicos que la mujer va a asumir tras la interrupción voluntaria del embarazo. Además, la mujer debe valorar otras opciones sabiendo que existen alternativas al aborto y que este no resulta la única solución.

Fdo.: Luis Folgado de Torres, psicólogo, divulgador de temas relacionados con la depresión.