Al hablar de redes sociales parece que solo pongamos en el punto de mira a los adolescentes a la hora de enfocar este fenómeno social. Este enfoque no es del todo desatinado, pues los mayores usuarios de estas redes internaúticas son, precisamente, los jóvenes. Sin embargo, los adultos también participamos del contagio de esta nueva forma de comunicarnos, sea cual fuere su fórmula.

En el presente artículo vamos a estudiar la relación entre la depresión y las redes sociales que tiene lugar en niños y adolescentes. En artículos posteriores haremos lo propio con los adultos.

Son complejos los daños que las redes sociales pueden causar en sus usuarios. Se trata de daños que pueden ser catalogados como externos e internos. Entendemos por daños externos de las redes sociales aquellos que tienen relación con el ciberacoso, siendo los daños internos aquellos que afectan directamente a la persona sin que exista una amenaza del exterior.

  • Bullying (acoso escolar): Es un daño externo que se ha convertido, en los últimos tiempos en el desencadenante de no pocos casos de depresión infantil. A ello está contribuyendo la presión de las redes sociales sobre niños y jóvenes; el catalizador perfecto para que la depresión infantil y del adolescente aparezca con toda su intensidad, llegando al suicido en los casos más flagrantes.

Cuando un niño o adolescente se aprecia burlado en las redes sociales de su grupo de pertenencia (videos en los que se le humilla, peleas en las que pierde, escenas íntimas subidas a la red, «pilladas» de acciones ridículas, escenas sexuales compartidas en redes, etc.) la pérdida de control es importante y cuando un adolescente pierde el control de la situación (cuanto más un niño) todo puede suceder. Si el bochorno es leve pero continuado es muy probable que el chaval acabe padeciendo una depresión que puede afectar a sus estudios y, por consiguiente, en su futura vida personal profesional.

En el caso de las niñas o de las jóvenes adolescentes, la presencia en redes de imágenes suyas en actitud poco decorosa, desnudas (falsa o realmente) o realizando actos de contenido sexualizante pueden generar niveles altos de ansiedad, considerada la puerta de entrada a la depresión.

  • Frustración por redes sociales: Los adolescentes sufren, directamente, este daño directo (interno) al ser sujetos pasivos de cómo iguales a ellos se hacen con fama, poder y dinero (con todo lo que ello implica) gracias a las redes. Sujetos que solo con aparecer en videos y/o tener cuentas en las principales soportes preconizando tan o cual cosa o doctrina alcanzan un éxito que al resto les será negado. Esta frustración los va a conectar con el paradigma psicológico de la frustración-agresión.

Además, no son pocos los casos de frustración que tienen lugar cuando el adolescente (recordemos que se trata de una persona no del todo formada, cuya personalidad es más lábil que la de un adulto) cuando observa cómo compañeros de clase consiguen, gracias a su pericia, su guapura o sus dotes de gentes un gran número de likes que ellos son incapaces de conseguir. La sensación de pequeñez, de falta de capacidad y de rechazo puede conducir al adolescente e incluso al niño a una depresión que los padres pueden confundir con «la edad del pavo» y otras falacias.    

  • La frustración por el «famoseo»: A menudo, famosos televisivos y del cuché aparecen compulsivamente en las redes sociales fruto de algún éxito reciente. La sensación del adolescente que accede a estos contenidos es de fracaso, al no haber alcanzado tales cotas de notoriedad ni, por ende, tener acceso a todos los parabienes que la fama genera.
  • Influencers dañinos: Niños y adolescentes son personas tremendamente influenciables, siempre al cabo de las consignas que sus ídolos puedan extender a través de sus redes sociales. En muchas ocasiones, las propuestas de estos nuevos gurús les llevan a realizar actos que ponen en riesgo su propia vida. También sus consignas les pueden llevar a rozar los límites de la sociedad. El caso más flagrante es el de las consignas yihadistas que han convertido en adeptos a la causa a multitud de jóvenes que ni siquiera profesaban la religión musulmana.

Si ir tan lejos, muchos de estos influencers lo que consiguen es que los adolescentes abandones hábitos y cogniciones acordes con sus padres y educadores para aceptar doctrinas de grupos radicales, sean políticos, de tendencia antisocial o, como decimos, de radicalismo religioso.

Este obstinado adoctrinamiento, que busca el poder sobre los más vulnerables desde el punto de vista cognitivo, puede llevar a adolescentes y niños a contradicciones que vayan contra sus principios y los establecidos por su familia y la sociedad donde radican. Si se mantienen en el tiempo, estas contradicciones pueden degenerar en egodistonias que no auguran nada bueno en lo que depresiones se refiere en el medio plazo.  

Pero de la depresión en el niño y el adolescente no solo van a ser responsables las redes sociales: un ambiente familiar inadecuado, determinados complejos (físicos, sociales o psicológicos), abusos sexuales, rechazo social o carencias afectivas suelen estar detrás de la mayoría de las depresiones de este segmento tan sensible de la población. Si a ello unimos los daños directos o colaterales que pueden producir las redes sociales estaremos ante una población de alto riesgo, en lo que se refiere a patología depresiva, como sugieren los últimos datos registrados en este sentido por la OMS.

¿Cómo detectar una posible depresión en niños y adolescentes?

Deberemos estar atentos, pues, a las negativas del niño a acudir a clase. También a excusas, en forma de dolencias y otras invenciones, que pueda esgrimir el niño tratando de eludir la asistencia a la escuela. Todo ello puede ser consecuencia de la presión de un grupo de compañeros de estudio sobre el adolescente o el niño. Esta presión, como decimos, ha aumentado, en la actualidad, gracias a las redes sociales y su intromisión en la vida personal de los más sensibles.

Sabemos que la comunicación con niños y especialmente con adolescentes no es sencilla, pero no queda más remedio que apostar por ella. Pasar más tiempo junto a nuestros hijos realizando actividades placenteras, viajar junto a ellos, compartir momentos de ocio con ellos y sus amigos y establecer una pauta para acceder a internet están en el sustrato de una buena profilaxis en lo que a la depresión provocada por las redes sociales se refiere y también en lo relacionado con otras depresiones de origen diverso.

Fdo.: Luis Folgado de Torres, psicólogo, divulgador de temas relacionados con la depresión.