En ocasiones, las personas sufren una disconformidad manifiesta entre la manera de entender su entorno: valores, perspectivas, moralidad, ética, filosofía, etc. y lo que realmente sienten: pulsiones sexuales, creación, preferencias de toda naturaleza. Todo ello puede conducir a una importante disonancia cognitiva que, de no resolverse adecuadamente, puede dar lugar a una depresión.
Muchas veces la persona misma que sufre esta disonancia es capaz de armonizar las variables en discordia y seguir adelante sin el contratiempo de vérselas con un estado depresivo digno de mención. Sin embargo, en otras muchas ocasiones el paciente se ve sumido en un estado depresivo que requerirá de ayuda especializada.
Un ejemplo clásico de depresión egodistónica es el de la «homosexualidad egodistónica», que tiene lugar cuando el paciente no está conforme con su tendencia sexual.