Comercializadas bajo diferentes marcas, que enaltecen sus efectos sobre el cuerpo y la mente, estás bebidas se encuentran actualmente en el punto de mira de la Unión Europea y otras países.

Si bien son tratadas, a efectos comerciales, como alimentos (no como complejos vitamínicos ni complementos alimenticios), el vacío legal en cuanto a su ubicación comercial puede llevar a pensar que se trata de un complejo de sustancias más o menos inocuas, como puedan serlo los zumos de frutas o los refrescos, que no poseen efectos secundarios por tanto; al parecer no es así.

En efecto, si estas sustancias tienen efectos energizantes y psicoactivos es gracias a su composición, que puede contener: cafeína (en grandes cantidades), vitaminas, carbohidratos , ginseng, una ingente cantidad de azúcares refinados, Inositol,  extractos de de plantas estimulantes como el guaraná, el mate o la ginkobiloba, aminoácidos del tipo taurina o L-carnitina, gluconolactona, diversos minerales así como múltiples conservantes, colorantes y otros aditivos. De todos ellos es la cafeína la que parece responsable de la mayoría de efectos euforizantes, sobre todo cuando se mezclan bebidas energéticas con alcohol, cocaína o THC.

Semejante cóctel solo puede augurar secundarismos dignos de cualquier fármaco psicotrópico y una dependencia, de aquellas personas que las consumen con frecuencia, que numerosas universidades ya han demostrado. Los enumeramos:

Efectos psicológicos directos de las bebidas energéticas.

Las personas que ingieren bebidas energéticas son reforzadas por los efectos inmediatos que produce dicha ingesta. A saber:

  • Aumento en la resistencia física, que transmite al sujeto una falsa sensación de fortaleza muy reforzante.
  • Sensación de euforia, que aumenta su autoestima y le hace sentir «importante» y más relevante socialmente.
  • Incremento del autoconcepto, por el que la persona se siente más atractiva y/o socialmente relevante.
  • Desinhibición, con la consiguiente merma de la timidez que permite una mayor interacción social (se liga más).
  • Incremento significativo de la vigilia, la excusa perfecta para iniciarse en el uso de estas bebidas energéticas: aumento del rendimiento laboral, en los estudios, etc.
  • Detrimento de la fatiga mental, lo que complementa el punto anterior y lo perfecciona. El sujeto tiene la sensación de que «su mente no se cansa» y prolonga su estancia en la fiesta o el trabajo (generalmente en la primera).  

Ni que decir tiene que todos estos efectos resultan muy estimulantes y auguran una repetición en el consumo de estas bebidas en el corto plazo, generalmente con el pretexto, ante padres y tutores, de permitir una vigilia destinada a los estudios. Padres, tutores y educadores deben estar alerta ante propuestas así. Mucho más difícil de controlar, por supuesto, las salidas nocturnas de los jóvenes y sus momentos de asueto junto a compañeros y amigos.

Relación de efectos secundarios psicológicos de las bebidas energéticas.

  • Adicción, cuando se trata de un consumo importante y continuado.
  • Euforia, con toda la pérdida de realizad que ello implica y que puede degenerar en paranoia.
  • Hiperactividad. Con la carga desatencional que ello implica.
  • Ansiedad y angustia, que son las responsables de abrir la puerta de entrada a las adicciones y la depresión.
  • Irritabilidad, tanto durante la ingesta como durante su resaca.
  • Agresividad, lo que desencadena no pocas peleas a lo largo del fin de semana en los centros de ocio juvenil.
  • Insomnio o sueño de baja calidad, con las repercusiones que ello tiene en los estudios la actividad laboral.
  • Labilidad afectiva y emocional, que se manifiesta con profundos cambios emocionales y en los afectos y desafectos.
  • Crisis de carácter convulsivo, cuando se trata de una ingesta extraordinaria o mezclada con alcohol u otras sustancias psicoactivas.
  • Síndrome de abstinencia, en aquellas personas que la ingieren continuamente.
  • Psicosis, como reflejan no pocos estudios de universidades de todo el mundo. En la mayoría de ocasiones no las producen directamente pero sí las desencadenan.
  • Conducta antisocial, en forma de disturbios tras jornadas de ingesta social de estas bebidas energéticas.
  • Aislamiento social, que puede desencadenar pseudo psicosis esquizofrénicas si la ingesta se perpetúa.
  • Depresión, una cuestión muy preocupante dado que, aunque no pueda precisarse la proporción, puede decirse que la mayoría de los jóvenes que acude a consulta por depresión ingieren habitualmente este tipo de bebidas, generalmente en combinación con alcohol y THC.

Como quiera que se trata de una sustancia psicoactiva, sus efectos tienden a habituarse, de manera que las personas que se sienten reforzadas por sus efectos tienden a aumentar la ingesta, buscando la estimulación original. Todo ello consigue, en no pocas ocasiones, que quien abusa de estas bebidas energéticas acabe «enganchado» a ellas como lo hubiera hecho con cualquiera otra droga. Personas incapaces de realizar tareas de manera estable.

Es normal, pues, que las autoridades sanitarias y de consumo estudien su limitación, fundamentalmente en los jóvenes, el segmento de población más afectado por la falta de regulación de las bebidas energéticas.

Efectos secundarios físicos de las bebidas energéticas.

Además de los mencionados efectos psicológicos de las bebidas energéticas, encontramos una serie de secundarismos físicos que no son menos importantes. A saber: deshidratación, arritmias, convulsiones, obesidad, alteraciones gástricas, cefalea, cambios en la presión arterial alteración en los niveles de azúcar, temblor y otros menos frecuentes.

Los efectos secundarios, psicológicos y físicos, de las bebidas energéticas son potenciados, como decimos, por otras sustancias que los jóvenes (y no tan jóvenes) consumen durante sus salidas nocturnas. Mezclar alcohol con estas bebidas y consumir drogas mientras tanto es un hecho muy habitual entre los jóvenes que inundan las calles de bares de copas y discotecas de nuestras ciudades. Si el anterior ya era un cóctel poderoso, la adición de estas otras sustancias, muchas veces antagonistas, puede alterar el comportamiento de quien las ingiere hasta niveles más que peligrosos para sí y para los demás.

Lo que no producen las bebidas energéticas.

Algunas marcas insisten en beneficios físicos y psicológicos que sus productos no aportan:

  • Las bebidas energéticas, solas o combinadas, no mejoran el rendimiento sexual de los varones. Muy al contrario y como suele suceder con otras drogas, el rendimiento sexual suele descender. Además, ante el estado de euforia que producen estas bebidas, estos varones suelen ser rechazados a favor de otras más complacientes y estables emocionalmente.
  • Estas bebidas no tienen efectos positivos en el rendimiento intelectual; al contrario de lo que sus consumidores piensan y algunos fabricantes preconizan, la ingesta de principios psicoactivos acaba deteriorando, en el corto o medio plazo, las capacidades intelectuales de la persona implicada.
  • Ausencia de resaca: otra de las grandes falsedades que circulan entre los más jóvenes es la ausencia de resaca o su mínima presencia. Sobre todo por la mezcla que suele hacer con ellas e incluso sin dicha combinación, el consumo de bebidas energéticas lleva acarreada la correspondiente resaca que algunos tratan de paliar estúpidamente con cerveza o vodka con zumo de tomate.  

Ante la imposibilidad de tomar medias que limiten la ingesta de bebidas energéticas por parte de los más jóvenes, resulta necesario y urgente una regulación que impida su consumo en lo posible, lo que no está exento de dificultades y puede convertir a estas sustancias en una nueva fuente de comercio ilegal, con el consiguiente perjuicio social que conocemos por el comercio de otras drogas ilegales.

Fdo.: Luis Folgado de Torres, psicólogo, divulgador de temas relacionados con la depresión.